Paso el
dia entero pensando, ¿cómo resolver los problemas del mundo? ¿Cómo entran las
proteinas a una célula? ¿Cómo entender su maquinaria? Además, ¿cómo voy a pagar
mis préstamos de estudiante? ¿Cómo voy a mantenerme sincera ante todo, no perder
el enfoque? ¿Qué me falta por aprender o caminar? ¿Cómo podemos curar el
Alzheimer, la adicción, la tristeza?
Continúa mi día. Defiendo mis ideas con
fuerza. Soy apasionada por lo que hago. No me conformo, procuro seguir subiendo
mi estándar, y subir un poco más alto, bajar un poco más bajo, extender las
alas un poco más anchas…
Pero al final, todo se vuelve nada. Por fin
lo entiendo, “Todo esto es vanidad.”
Y ocurren detalles que me recuerdan la ‘verdadera
verdad’. Una mariposa volando cerca de mis ojos, un ganso curioso en el parque,
una nube interesante, una sonrisa compartida, una buena canción.
Y recuerdo. Recuerdo que todo eso se disipa, y
sólo permanece lo esencial. Vuelvo a ser pequeña, dejo de pensar que las cosas
están bajo mi control.
Recuerdo que lo mejor está en lo sencillo, lo
simple. Recuerdo que de nada sirven los pensamientos complejos en los que he
ocupado mi mente todo el día.
Son vanidad. Lo esencial está en otras cosas.
Dios. Amor. Servicio. Sensibilidad. Sencillez. Jesús.
Gracias por recordarme tu compañía
Nunca me dejes, Señor,
Y nunca me dejes olvidarte.
va
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