jueves, 22 de octubre de 2015

Job 2

Nacer de mi mamá fue de lo mejor que me pudo pasar en la vida. Ella me dio tanto, mucho más de lo que puedo imaginar. Yo podía confiar que ella movía cielo y tierra por asegurarse que yo tuviera lo que sea que necesitara. Ciertamente fuimos felices, ¡y yo dichosa! 

Sin embargo, no todo era siempre color de rosa. Tuvimos épocas donde amarnos se volvió más trabajoso. Discutíamos, peleábamos, ofendíamos los sentimientos de la otra, y se nos dificultaba entendernos. En retrospectiva, mi amor por ella, y seguramente su amor por mí, se volvió más profundo en esos momentos. 

En el capítulo 2 de Job, Dios le permite al diablo nuevamente causarle dolor a Job. Ésta vez, es el mismo Job quien sufre. Es afligido por llagas que recubren su cuerpo y lo atormentan de dolor. Es aquí donde ocurre el famoso momento en que la esposa de Job le dice, “maldice tu Dios y muérete”. A la pobre mujer siempre la persigue la terrible reputación de ser quien incita a Job a renunciar a su fe. Sin embargo, quiero abogar por misericordia para ella en este escrito. Si soy sincera, en medio de este difícil periodo de mi vida, siento injusto lo que nos ha sucedido como familia. Perder a Mami no estaba en los planes, no lo pudimos prever ni prevenir. A veces me dan ganas de “maldecir a Dios y morirme”, de renunciar a lo que siempre creí o pensé. Mi mamá no fumaba, no bebía (a menos que contemos el coquito en las navidades, jeje), no comía excesivamente mal, no estaba obesa, no padecía de nada muy grave. Y sin embargo, en cuestión de nada, un terrible cáncer de pulmón la arrancó de nuestras vidas. Ella amaba al Señor, y deseaba con todas sus fuerzas vivir. ¿Cómo reconciliar mi visión de mi amado Señor, que tiene planes de bien para mí, con esta realidad? 

Me identifico con la esposa de Job. 

Me quiero quejar ante el Señor, decirle “¡¿En qué ^^%$#$%^& estabas pensando?!” 

Sé que más adelante en el libro, voy a ver que Job sí le hace preguntas a Dios sobre lo que le ha sucedido. Sin embargo, la respuesta de Job a su esposa en esta ocasión me tomó por sorpresa, y me ha retumbado en la cabeza desde que la leí hace varias semanas...

"Si de Dios sabemos recibir lo bueno, ¿no sabremos también recibir lo malo?"

¿Podemos tomarnos un momento para leer esta frase de nuevo? Es que, wow. 

Mi mente analítica quiere generar contra-argumentos para explicar por qué esa frase es masoquista, poco representativa de un Dios de amor, que Dios nunca nos manda activamente nada malo, que posiblemente sea consecuencia de la maldad en el mundo, y las decisiones de los demás. 

Y todo eso es cierto. Pero, vuelve a leer la frase.
¿Qué te dice?

A mi me acuerda a mi mamá, a los momentos en que la amé con facilidad, cuando nos llevábamos de maravilla. Y me acuerda a los momentos donde fue difícil entendernos, donde se abría la brecha generacional que nos dividía, donde tuvimos que respirar profundo y esforzarnos por amarnos. De mi mamá, quiero pensar que estuve dispuesta a recibir lo bueno y lo malo. Ciertamente, ella estuvo dispuesta a recibir lo malo de mí,  mucho más que yo. Y eso está bien, a mí aún me faltaba mucho por aprender sobre cómo amarla 

Entonces cuando lo miro desde ese lugar del amor, intangible, difícil de poner en palabras, puedo entender mejor a Job. Cuando amas, confías en el otro, aún cuando parecería que todo anda mal. Creo que a eso se refería Job cuando dijo esa frase.

Señor, enséñame a recibir de ti lo que venga. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario