jueves, 17 de julio de 2014

Todo es vanidad.

Paso el dia entero pensando, ¿cómo resolver los problemas del mundo? ¿Cómo entran las proteinas a una célula? ¿Cómo entender su maquinaria? Además, ¿cómo voy a pagar mis préstamos de estudiante? ¿Cómo voy a mantenerme sincera ante todo, no perder el enfoque? ¿Qué me falta por aprender o caminar? ¿Cómo podemos curar el Alzheimer, la adicción, la tristeza?

Continúa mi día. Defiendo mis ideas con fuerza. Soy apasionada por lo que hago. No me conformo, procuro seguir subiendo mi estándar, y subir un poco más alto, bajar un poco más bajo, extender las alas un poco más anchas…

Pero al final, todo se vuelve nada. Por fin lo entiendo, “Todo esto es vanidad.”

Y ocurren detalles que me recuerdan la ‘verdadera verdad’. Una mariposa volando cerca de mis ojos, un ganso curioso en el parque, una nube interesante, una sonrisa compartida, una buena canción.

Y recuerdo. Recuerdo que todo eso se disipa, y sólo permanece lo esencial. Vuelvo a ser pequeña, dejo de pensar que las cosas están bajo mi control.

Recuerdo que lo mejor está en lo sencillo, lo simple. Recuerdo que de nada sirven los pensamientos complejos en los que he ocupado mi mente todo el día.

Son vanidad. Lo esencial está en otras cosas. Dios. Amor. Servicio. Sensibilidad. Sencillez. Jesús.

Gracias por recordarme tu compañía
Nunca me dejes, Señor,
Y nunca me dejes olvidarte.

va                                    

viernes, 4 de abril de 2014

Anticlimatic Wonderings


Today was such a beautiful day in Houston, and I can't get over it. It was just perfect weather, and it made me really thankful and warm and fuzzy inside. I decided to go to Hermann Park, and took this picture, which is not very representative of how breathtaking and beautiful the park was today. But that's not really the point of this post, haha.

The thing is that it was all so moving. I saw so many people walking around, and it felt like humanity at its best. Couples hand in hand, a young man walking hand-in-hand with who I assume was his elderly father, kids running around, people just sitting and taking it all in... I'm telling you, it was amazing.

But it got me thinking... (and just writing this made me sigh right now). How can a loving, merciful God, who made all this beauty, send people to hell?!?! I wish with all of my heart for the simple faith of my teen years, where all of these questions could so easily be trusted in God's hands. I just can't conform to any of the answers that I hear.

I think I thought of this randomly while looking at people today, because this whole week I've interacted with other Christians, and heard them talk about 'evangelizing' and 'sharing the Gospel' and 'believers', and all this 'us versus them' mentality, and I... really don't know how to approach life like that again. I'm sorry, genuinely, but I can't. Does that mean I am not a Christian? If I don't actively draw those lines?

What I want most out of life is to be faithful, to God, to my values, to the people in my life... But how do I fit the theology I grew up in with all of these questions. Is there space for me at the table?

That's all I've got right now. Any insight will be appreciated :)

domingo, 30 de marzo de 2014

Un speech que di

En ánimos de animarme (jejeje) a escribir más, estoy compartiéndoles algunas cosas que he escrito desde que actually escribía más seguido en este blog. Aquí les va un discurso que compartí en la graduación de la UPR de Humacao en el 2012. 



Buenas tardes a todos, Dra. Carmen Hernández (Rectora de este Recinto), Decanos, Profesores, Empleados, Estudiantes, Familiares y Amigos. Muchas gracias por su invitación. Reconozco que no me siento como la más capacitada para hablarles a ustedes hoy, y les aseguro que me están temblando las rodillas y los dientes y todo. No obstante, a la vez, me siento muy honrada de la oportunidad de compartir con ustedes algunas de las cosas que he aprendido en los últimos años. Como bióloga formada en la UPR de Humacao, intenté abordar este reto utilizando un poco del método científico que aprendí de mis queridos profesores a través de mis años aquí. Me disculpan los científicos sociales o los humanistas que quizás tienen críticas a este modelo, pero bueno… Prometo hablarles del corazón.

En el proceso de prepararme para hablarles, como aprendí en la universidad, hice una pequeña revisión de literatura. Busqué en discursos conocidos de políticos, de inventores, escritores, pintores, entre otros. Incluso, hice un sondeo en mi cuenta de Twitter sobre qué las personas hubieran querido escuchar en su graduación. Siendo personas con trasfondos muy diversos, me pareció curioso notar varios elementos comunes en lo que le compartirían a otros estudiantes como ustedes. De ahí plantié mi problema. ¿Qué puede aportar una joven de 24 años a la vida de sus compañeros en estos próximos minutos?

¿Mi hipótesis? Que nadie tiene una historia mejor ni una historia peor. Que nuestras historias son todas importantes, son poderosas, y son capaces de comunicar verdades que de otra forma serían imposibles de explicar. Se aprende de la profesora y del profesor, pero también se aprende del compañero de clase, se aprende del empleado en la tienda, y del deambulante, y de la vecina. Y es que lamento decirles que el aprendizaje no se termina con la universidad. Si deseamos, la vida constantemente nos enseña lecciones y nos toca tener la sensibilidad de escuchar esa voz de la Vida en las personas que nos rodean. Entre las cosas más importantes que aprendido en tiempos recientes, hay tres cosas que resaltan y que quiero compartirles hoy.

Lo primero: Muchos de ustedes deben sentir una mezcla de emoción con susto en el día de hoy. ¿Y qué si no consigo el trabajo que quiero? A lo mejor no saben muy bien cuál será su próximo paso, o tal vez algunos ya tienen muchísimos planes para sus vidas, y eso es importante. Necesitamos metas, necesitamos dirigirnos a alguna parte.  No obstante, necesitamos también estar abiertos a los cambios, a la incertidumbre de los nuevos retos. Yo desde pequeña vivía obsesionada con saber qué estudiaría cuando fuese grande. Recuerdo como a eso de los 8 años haber tenido el dilema de no saber si quería ser bióloga marina (porque me encantaba el mar) o ginecóloga (porque vivía fascinada con los bebés y la medicina). Mi papá, creyéndome más maliciosa de lo que era, me dijo, “Pues fácil, Sahily. ¿Por qué no eres ginecóloga marina?”. Muy ingenua, se lo conté a medio mundo, hasta que luego alguien me dejó saber que tal profesión no existía. Desde entonces debí saber que se planifica y se sueña, pero necesitamos tener flexibilidad para aceptar que la vida nos sorprende, que cambia, y que si somos inteligentes, aprenderemos a adaptarnos. Nunca a conformarnos, pero sí a adaptarnos. A veces nos obsesionamos con planificar cada detalle de la vida, y si las cosas no salen como queremos, nos frustramos y queremos enganchar los guantes…. Pero, no hay por qué tenerle demasiado miedo al cambio, a la incertidumbre de lo desconocido, a la experimentación, porque sin eso, creo que la vida… sería realmente aburrida.  

Lo segundo que deseo compartirles va de la mano con lo primero, y es algo que aprendí de mi mamá y de mi papá desde pequeña. Necesitamos hacer de los fracasos un ejercicio a la imaginación. Y ustedes pensarán que es inapropiado hablar de fracasos en un día donde todos estamos celebrando sus logros y su éxito, pero sería irresponsable de mi parte no recordarles que el fracaso es parte de la vida. O si no,  recuerden como se sintieron cuando sacaron su primera F en la universidad, o cuando se tuvieron que dar de baja de alguna clase. Yo… Me acuerdo bastante bien de esos momentos, jejeje. ¿Cómo lograron superar ese fracaso? ¿Reintentando la misma fórmula? Seguramente no. Decía Einstein que la definición de la locura era intentar lo mismo esperando resultados diferentes. Nunca voy a olvidar en mi primer semestre de la universidad lo que nos compartió nuestro profesor de humanidades, y es que lo mejor que nos da tener una educación es darnos cuenta que tenemos opciones, que podemos decidir. Tenemos la capacidad de buscar alternativas, de no quedarnos estancado o estancada en el problema. ¿Cómo aprendemos de ellos? ¿Cómo los usamos a nuestro favor? A esto, podríamos llamarle “resiliencia”, la capacidad de aguantar los embates de la vida y sobrevivir los cambios de planes con más fuerza y mayor sabiduría. Muchas de las mejores cosas que he recibido de la vida, de las lecciones más importantes, han surgido de los momentos donde peor y más fracasada me he sentido. No obstante, como leí en una cita de JK Rowling en estos días, “Cuando tocamos el fondo en la vida, esto se vuelve en un cimiento sólido sobre el cual construir.” El fracaso es una parte inescapable de la vida, pero si los usamos a nuestro favor, pueden acabar siendo los momentos que definen nuestra vida para bien.

Lo tercero y último que he aprendido, y quizás lo más importante que he podido experimentar y aplicar con mi propia vida es lo siguiente. Cuando comencé la universidad, realmente no sabía que quería estudiar. Me gustaba la música, la literatura, la educación, la psicología, el arte, el debate, en fin, ¡todo! No sabía lo que quería hacer pero tenía una convicción muy profunda, influenciada en gran manera por mi fe en Jesús, de que quería hacer algo por aportar a mi país, a mi mundo. La universidad fue para mí un espacio de darle estirones a mi mente,  de aprender sobre nuevas ideas, y reformular mi definición de la vida y de mí misma. Entre las muchas vueltas que dio la vida en esos años, encontré en la biología una forma de combinar mis intereses y de alimentar mi curiosidad de niña. Aprendí a amar y a respetar la naturaleza y al ser humano desde una nueva perspectiva. Sobre todo, la universidad me enseñó que no tenía que escoger entre ciencia y arte, entre humanismo o biología, que todo formaba parte de un todo, que hay arte en mirar un tejido bajo el microscopio, y que hay ciencia detrás de una obra de arte.

No obstante, seguía y sigue dentro de mí esa vocación por contribuir, por dejar una huella. Decidí estudiar medicina y encontrar alguna manera de combinar mi pasión por la investigación y por el servicio. Permítanme decirles… No es un camino fácil. Vivimos en un mundo que predica el consumismo, el individualismo, el egoísmo y la falta de solidaridad. Constantemente vivimos (y vivo, porque no estoy exenta) esa tentación terrible de renunciar a nuestros ideales y dejar de esforzarnos por un mejor mundo. Incluso, nada más la idea de cuestionar la situación actual, o de soñar con una sociedad mejor se ha vuelto trillada, y tachamos de ilusos o de idealistas a los que hablan en esos términos. Es más fácil vivir para nosotros, vivir como si no importara más nadie excepto nuestro bienestar y nuestro éxito. No obstante, les aseguro, con mis pocos años de vida, pero les aseguro… Esa es una receta para una vida vacía y sin sentido. Cuando estoy a las 2 de la mañana amanecida aprendiéndome los nombres larguísimos de los medicamentos, o como este último mes, cuando he estado semanas corridas sin hacer otra cosa que no sea estudiar para mi primera reválida, hay una sola cosa que me hace esforzarme con una sonrisa en los labios. Es esto: el compromiso profundo que siento con mi país, de devolverle lo que ha invertido y está invirtiendo en mí mediante una buena educación, de ser parte, de decir presente y estar realmente presente. No hay cosa que me traiga mayor satisfacción que el saber que mi profesión no va a ser sólo una manera de generar ingresos, sino una manera de servir, una vocación de vida. ¿Y lo mejor de todo? Al final del día, no me hace falta tener un título para contribuir. Desde ya, todos tenemos maneras de involucrarnos. De empezar a forjar un Puerto Rico más compasivo, más justo, más solidario. En el Recinto de Ciencias Médicas, dos o tres comenzamos un grupo llamado “Recinto Pa’ La Calle”, donde semanalmente nos acercamos a nuestros vecinos en la calle alrededor del Centro Médico. Más allá de la atención médica o la comida que le brindamos, les prestamos nuestros oídos. Escuchamos sus historias. Los abrazamos, los tocamos, los miramos. Nos aprendemos sus nombres, y ellos nos brindan su confianza y su amistad.

Podría hablarles de eso toda la tarde, pero tengo que ser breve. Como hablaba ayer con un amigo, yo no quiero ser un ejemplo. Yo creo que todos aquí ya somos un ejemplo, podemos ser un ejemplo. Miren a su alrededor. Realmente miren. Miren la situación de nuestro país. Miren en su vecindario, miren en los semáforos, miren en el supermercado, en su trabajo, en su universidad. ¿Cómo podemos usar nuestras profesiones para el bien de nuestro país, y por qué no, del mundo? Entre las cosas que coincidían los escritos que leí y la gente que contestó en mi Twitter, todos coincidieron en lo siguiente: las lecciones más importantes de la vida no están necesariamente en el libro, sino en la gente, en sus historias, porque como dije al principio, tenemos algo que aprender de cada persona que nos rodea.

Pero como me decía mi papá… La distancia más larga que recorre el conocimiento es de la mente [aquí] al corazón [aquí]. Podemos saber estas cosas, decir que las conocemos, pero si no se vuelven parte de quiénes somos, de lo que nos define, será muy fácil dejarnos llevar por las presiones sociales. No hace falta más que mirar a la situación de nuestro país y nuestro mundo para saber a dónde conduce vivir de esa manera. No obstante, cuando enfrentamos la vida, incluyendo los fracasos, con apertura, con imaginación, con resiliencia, y sobre todo, con una profunda convicción de que nuestra historia tiene propósito y contribuye, la cosa es completamente distinta. En esa clase de vida, importa poco el carro que manejas, o la casa que tienes, porque la felicidad y la satisfacción están basadas en algo mejor, en algo mayor.

En fin, les invito a que se atrevan a dar el primer paso hacia los cambios y no esperar que las cosas pasen solas, a limpiarse los codos y seguir levantándose luego de cada caída porque al final del día la perseverancia vence la agilidad, y la tortuga termina ganándole a la liebre. Sobre todo, les exhorto a que no sólo hablemos sino que vivamos nuestros ideales, a que nos arrojemos detrás de nuestros sueños hasta que éstos se cansen de correr de nosotros. No se olviden de dónde vinieron, de las experiencias que adquirieron aquí. No dejen de leer, no dejen de cuestionarse, no dejen de aprender. En ustedes está la capacidad, la educación, las destrezas, y las herramientas para poner el nombre de nuestra Alma Mater en alto. Mientras tanto, yo estaré a la expectativa de escuchar las historias impresionantes y llenas de valor y de vida que surgen de ustedes, la clase graduanda del 2012 de la Universidad de Puerto Rico en Humacao. Desde ya, soy su admiradora. Me enorgullecen sus logros en el día de hoy, y sé que nos seguiremos encontrando en el camino. Muchas bendiciones y muchas felicidades.



Another Church Story (or just another essay that I wrote recently)

I grew up in Puerto Rico. Born and raised within an evangelical church, I learned early on in life about lifting my hands during worship, and responding to altar calls. Throughout my teenage years, I sang at church, played keyboards, helped with the kids, went on mission trips, and had my entire schedule revolve around church activities. The Evangelical sector in PR grew dramatically in the second half of the 20th century, and a lot of people that ‘converted’ to Evangelicalism in PR had Catholic backgrounds. Because of this, it is still not uncommon to hear entire Sunday School classes on the subject of Catholicism, often seen as a false religion separate from our “true Christianity”. At church, I learned about the ‘idolatry’ behind Catholic devotion to saints and the Virgin Mary. I learned that God ‘did not move’ in such programmed liturgies. I think that for a lot of Puerto Ricans within that generation, the Catholic church did not respond to their needs as a time, so their Evangelical faith was always defensive towards that subject.

Fast forward a few years, my parents decided to enroll me in a Catholic High School. It was affordable and one of the best in our town. As one of the few non-Catholics in my class, I was always particularly defensive and zelous about my faith. I distinctively remember my first Ash Wednesday. As part of the day’s activities, a group of students shared a reflection, and then asked all the students in our classroom to bow our heads. I obeyed, but saw out of the corner of my eye, the teacher passing by and putting the ash on the student’s foreheads. I panicked, and prayed to God for courage to ‘stand up’ for my beliefs and defend ‘true Christianity’. When my turn came, I lifted my head and bravely told the teacher, “I’m not a Catholic!” She shrugged her shoulders and moved to the next person, but to me, it was a victory. I had stood up for my faith! I remember sharing this testimony with my youth group at church in the coming week.

Nowadays, after some rocky years, I find myself in a new city and a new church. This church practices a more traditional liturgy, and celebrates Ash Wednesday. Two weeks ago was my first time at a formal Ash Wednesday service. From the moment I came in, I couldn’t hold back the tears. I’m the typical emotional Latina, so this didn’t come as a shock to me. What did surprise me was how close I felt to God throughout that service. Memories of my charismatic teenage years came to mind. My 15-year-old self would be scandalized that I had grown far from God, and even more that I was now reconnecting with God in one of the ‘cold’ churches, where there were symbols and traditions. 

As I received the ashes on my forehead for the first time in my life, it was as if a part of me was finally breaking loose of old misconceptions. "Remember that you are dust, and to dust you shall return.” Such a beautiful and powerful and life-changing statement. How could I miss this all these years?

For a long time, I felt embarrassed about the faith I professed throughout those teen years. How many people did I offend? I can’t believe I was so close-minded! However, there is something that I know for a fact, even amidst all the ups and downs of my spiritual life. 

 I know that God was as present then as he is now. His company is the most constant relationship in my life.

And for that I am grateful. I continue to learn, to expand my horizons, to ask God for His guidance. I ask that my mind be stretched, but that my heart be kept simple and searching for Truth, whatever that might be. 

Anyway, that’s all I have to say about this for now.




A Church Story (also, just an essay)

Jesus came into my heart when I was fourteen years old. After a prematurely problematic adolescence, my life really did change and I became immersed in all things Christian. An active member of my small conservative church in Puerto Rico, I was always hanging around with my pastor and his wife. During a season when things were rocky at home, church provided me with a sense of family and comfort. Even now, as the years have passed and I have distanced myself from some of the beliefs I held at the time, I can never argue against the love of God manifested to me through the care of my church family. I have not attended that church for more than six years, and I still get calls and messages from them, making sure I am OK!

There’s a memory from a Friday night after service that I frequently revisit. The pastors were giving me a lift, and accompanying us in the car was a visiting pastor from Cuba. At the time, my family lived in a rented house that I felt embarrassed about. It had really funky décor that I can sum up in these things: a donkey statue in the lawn, a lion-shaped fountain by the door, and pink paint all over the walls (I couldn’t make this up if I tried.). Always the self-conscious teen, I rambled on about my ugly house all the way home. My pastor, his wife, and the Cuban pastor patiently listened to my complaints. When we got there, the Cuban pastor commented, “You have a beautiful house. I hope you get to visit mine someday in Cuba.” I was speechless. I did not know where or how to hide. Twelve years have passed, but the memory is vivid.

I was blessed to be able to visit his house on several trips as part of a religious Visa awarded to our church a few years later. Getting to know Christians in Cuba, establishing friendships that still exist, and learning about a different, more simple way of life are a few of the life lessons that these trips offered me. My church, with all its prohibitions and rules, somehow managed to broaden my horizons and expose me to realities of the world that were otherwise unknown to me. In church and on these mission trips, I learned about simplicity, about learning to live with less, about being thankful, about forming friendships, about trusting God amidst hard times, and about expecting miracles in unexpected places. Church was the first place I learned about homelessness, about addiction, and about what I could do to serve those in need. Years of college, and graduate school, and books, and conferences have not taught me as much as these experiences did. They shaped my passions, defined my vocation, and are at the foundation of the goals and dreams that I am pursuing, professionally and personally.

The Evangelical and Pentecostal churches in Puerto Rico have had a beautiful trajectory of service to the community that is often overshadowed by their strict doctrines. I am attracted to that tradition of kindness and compassion, but I cannot get past their exclusive theology and make myself believe it again. I am not changing them, and they probably won’t change me (in that sense, at least). I often reflect on those beautiful years and can only conclude this. Profoundly more so than the teachings and sermons, it was the every-day things and walking together that taught me best about life and ultimately, attracted me to the Jesus I still adore. 

martes, 4 de marzo de 2014

Hope for Spring

Cherry Blossoms (I think) at Hermann Park, Houston, TX
Pic taken today, March 4th, 2014. 


Matthew 6:30-34(MSG) "If God gives such attention to the appearance of wildflowers—most of which are never even seen—don’t you think he’ll attend to you, take pride in you, do his best for you? What I’m trying to do here is to get you to relax, to not be so preoccupied with getting, so you can respond to God’s giving. People who don’t know God and the way he works fuss over these things, but you know both God and how he works. Steep your life in God-reality, God-initiative, God-provisions. Don’t worry about missing out. You’ll find all your everyday human concerns will be met. Give your entire attention to what God is doing right now, and don’t get worked up about what may or may not happen tomorrow. God will help you deal with whatever hard things come up when the time comes."

jueves, 20 de febrero de 2014

2014

Tengo que hacer un esfuerzo y seguir con este proyectito. Lo he dejado, pero hoy revisitándolo, fue tan bonito recordar lo que se siente expresarse, crear algo, escribir, aunque nadie lo lea o lo vea. Así que solo paso por aquí para poner de mi parte y empezar a bloguear de nuevo.

UPDATES: Me mudé a Houston, donde estoy haciendo un PhD en Neurociencia Molecular en la Universidad de Texas. Estoy feliz, estoy bien, y Dios decidió mudarse a Texas y acompañarme :) jejejeje. No estoy sola, la Vida me ha regalado nuevos amigos, y mucho tiempo sola, para pensar y aprender. Estoy tratando de manejarlo bien. Seguiré escribiendo.