jueves, 2 de septiembre de 2010

La caminatita de todos los días

Hace poco menos de un mes soy estudiante de primer año de medicina. No sé mucho más de lo que sabía hace un mes sobre el cuerpo humano, pero pienso que estar aquí estudiando dentro del Centro Médico de Puerto Rico ya me está enseñando algunas cosas. Entre esas, quiero compartir una experiencia particular.

Cuando empezaron las clases, decidí que iba a estacionarme ‘en la calle’ (entiéndase en los vecindarios alrededor del Centro Médico) para no pagar la alta mensualidad de los estacionamientos privados. En mi opinión, con lo que pagaría de estas mensualidades, mejor me pago un pasaje a algún lugar cuando finalice el año. Desde el primer día, me estaciono frente al Hospital Psiquiátrico Correccional, que para todos los efectos está al lado del expreso. Tripeo con mis amigos que dejo el carro en Caguas de lo mucho que tengo que caminar para llegar.

Al estacionarme tan lejos, tengo que caminar y atravesar por el Hospital Industrial y el Hospital de Trauma. Ya tengo un amigo guardia de seguridad que me reconoce y saluda muy amablemente todas las mañanas. Algunos días, ya hay un ‘hermanito’ o una ‘hermanita’ con amplificador prendido y micrófono en mano desde las siete de la mañana anunciándole a los enfermos y visitantes del hospital la eminente venida de Jesucristo y el fin del mundo. Me río de los médicos que con el santo calor que hace, andan con la bata blanca puesta y el estetoscopio arreguindao’ hasta pa comer (cosa que considero, a lo menos, terriblemente anti-higiénica).

En ese camino diario, intercambio miradas, sonrisas y ‘buenos días’ con los empleados y visitantes, y observo en silencio las muchas caras del dolor en Puerto Rico. Observo la mamá preocupada por su hijo en las salas de espera. Observo el deambulante-residente (porque hay muchos que básicamente viven allí mismo) del Centro Médico que ya anda desde temprano caminando por allí. ¡Qué mucho trabajo hay! ¡Qué muchas oportunidades de servir! ¡Cuánto sanan, cuánto me sanan esas sonrisas que me comparten por las mañanas mis amigos del camino!

Empecé estacionándome lejos por puro ahorro y masetería. He acabo haciéndolo mi ritual diario, mi ‘reality check’ mañanero, antes de entrar a aprender un montón de cosas bien complicadas del cuerpo humano. Nunca lo leerán, pero escribí estas líneas en honor a esa gente que me encuentro todos los días, y que sin saberlo, me recuerdan por qué decidí estudiar lo que estoy estudiando. A todos ellos, gracias.

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