jueves, 29 de diciembre de 2011

Apologética del trabajo en la calle

Este post está bien largo. You have been warned, jejeje. Gracias a mi querido compañero Jerry por iniciar el diálogo e inspirarme a escribir. Llevaba semanitas con poca musa, so en serio gracias. Te aprecio un montón, y sé que serás excelente médico.

¿Por qué hacerlo? ¿Por qué las personas sin hogar?

algunas personas me han preguntado sobre mi inquietud para trabajar con las personas sin hogar en Puerto Rico. algunos días me pregunto yo también por qué lo hago. para muchos, parecería inútil. el trabajo es demasiado arduo, demasiado riesgoso, no ofrece recompensas inmediatas. no obstante, les cuento un poco de la historia...

cuando tenía como 15 años, tuve la bendición de conocer a una mujer llamada Iris. ella y su esposo Pedro habían dedicado sus vidas a trabajar con mujeres con problemas de adicción en el área este de Puerto Rico por mucho tiempo. el camino había sido duro, pero nunca he conocido gente con una pasión por estas mujeres como la tenía mi querida Iris. era tan gracioso, porque ella decía que Dios no la hizo para misionera, que ella necesitaba siempre poder bañarse con agua caliente y dormir con fresco. sin embargo, posiblemente fue de las misioneras más dedicadas que conocí, misionera en su propia tierra. fue mi maestra. me llevó con ella a muchos lugares, y me enseñó mucho, no sólo con palabras sino con acciones. fui testigo de sus lágrimas, sus sonrisas, sus esfuerzos, su sudor, y su intensidad en el trabajo hacia otros. para Iris, era irreconocible la división entre seguir a Jesús y servir a los demás. de ella aprendí a atesorar en mi corazón el capítulo 25 del libro de Mateo, en la Biblia. aprendí que no tengo mejor testimonio que mis acciones en amor hacia otros. tristemente, Iris murió este año. dejó un vacío muy grande en la gente que la amábamos, en especial entre 'sus muchachas'. no obstante, su vida invertida en amar a otros se convirtió en una semilla que ahora da fruto en la vida de quienes la conocieron.

es cierto, definitivamente el sistema confabula para mantener a muchos aplastados, y a unos pocos disfrutando a cuesta de los demás. y sí, lo más 'costo-efectivo' debería ser invertir en prevenir que la gente llegue al punto de estar enfermo, en la calle, sin apoyo y sin sus necesidades básicas cubiertas. como futura doctora, y con el poco conocimiento de medicina que he adquirido, sé la complejidad de la condición física y mental de muchos de mis amigos en la calle. créanme, paso muchas horas en ese debate mental.

lo que pasa es que al menos a mí me es imposible caminar por la calle y mirar de largo a la personas sin hogar, tan humanas como yo, tan perdidas como yo... no puedo evitar verme retratada en ellos. si estuviese en su lugar, me gustaría que hubiera gente que, aún pensando que tienen las de perder, se inviertan en mí. y es cierto, quizás parece mucho esfuerzo para no 'lograr' nada, para no poder 'salvar', pero en el proceso de invertirse en el otro, se gana tanto. aprendes a conocerte mejor, a confrontar tus prejuicios, a ser mejor comunicador, y a encontrar en ese contacto humano un nivel de horizontalidad que redefine lo que pensaba que era la relación médico-paciente.

descubro que por más patología que sepa, no sé la etiología de la deambulancia, carezco de herramientas médicas para enfrentar este tipo de situación. lo curioso es que siendo una de las principales causas de morbilidad en la isla, aprendemos muy poco de la patofisiología de la pobreza, de la criminalidad, de la adicción en su contexto sociocultural. me doy cuenta que hay mucho que no se enseña en el salón de clases, y quien único me puede educar es mi amigo o mi amiga en la calle. se invierte la cosa. ellos se vuelven los maestros y yo la aprendiz. en ese sentido entonces, podemos mirarnos en el mismo nivel. yo sé cosas que ellos no saben, y ellos saben cosas que yo no sé. yo contribuyo a sus vidas, pero ellos también contribuyen a la mía. es mutuo, es recíproco todo. y así va la cosa.

y en resumen... ojalá y pudiéramos darle un techo a todo el mundo. ojalá pudiéramos vacunar contra la adicción, y todos los síntomas que genera, y todas las comorbilidades que la empeoran. no obstante, esa no es la realidad actual. pero eso no quiere decir que dejemos de intentarlo. sólo que hay que tener en perspectiva que si aspiramos a 'salvar', nos iremos muy defraudados.

no obstante, 'salvar' tampoco es el fin de lo que se hace. al menos yo parto de que mucha gente no va a salir de la calle. esa, por la razón que sea, es su casa. lo que sí puedo hacer es ayudar a mejorar su calidad de vida, a reducir daños, a inducir procesos de reflexión en ellos/as y en mí, y a de esta forma, hacer mi propia lucha 'anti-establecimiento'. quizás de aquí a diez años cambie de opinión, pero le ruego a Dios y espero que no. procuro reflexionar constantemente, tener gente a mi alrededor que me cuestione y me mantenga con la visión bien enfocada.

y lo curioso... en el camino descubro que sí alcanzamos cierto grado de eso de salvarnos. creo que Dios usa a la gente de la calle para salvarme de mis prejuicios, de mi consumerismo, de mis pretextos. creo que Dios me usa a mí para salvarlos de la desesperanza, del sufrimiento físico, del frío, del hambre. creo que Dios confabula en esos espacios para manifestarse a través de abrazos y buenas conversaciones, para manifestar su amor... al final del día, de eso se trata todo, ¿no? de esa palabra malgastada y mal-usada, pero sin dudas, la más importante y esencial y trascendental y dolorosa y maravillosa del vocabulario... AMOR.

por último, como cristiana, la Biblia y la fe cobra nuevos colores cuando la leo a la luz de estas experiencias. de pronto Jesús no me parece tan críptico, tan confuso. me parece real, pertinente, fresco, vivo, cortante. sus palabras me retan más, me chocan más, me alientan más, me inquietan más. esta parte de la experiencia obviamente no es común a todo el que trabaja en la calle, porque no todo el mundo comparte esta visión de mundo. sólo que a mí se me pegó esa cosa de Iris, de no poder separar la fe y el amor por Jesús de esta otra parte, la parte de amar, de servir, de la acción...

los dejo con esta fábula que Wangari Maathai, ganadora del Premio Nobel de la Paz, usaba con frecuencia para ejemplificar sus esfuerzos en África.

One day a terrible fire broke out in a forest - a huge woodlands was suddenly engulfed by a raging
wild fire. Frightened, all the animals fled their homes and ran out of the forest. As they came to the
edge of a stream they stopped to watch the fire and they were feeling very discouraged and
powerless. They were all bemoaning the destruction of their homes. Every one of them thought
there was nothing they could do about the fire, except for one little hummingbird.
This particular hummingbird decided it would do something. It swooped into the stream and picked
up a few drops of water and went into the forest and put them on the fire. Then it went back to the
stream and did it again, and it kept going back, again and again and again. All the other animals
watched in disbelief; some tried to discourage the hummingbird with comments like, "Don't bother,
it is too much, you are too little, your wings will burn, your beak is too tiny, it’s only a drop, you
can't put out this fire."
And as the animals stood around disparaging the little bird’s efforts, the bird noticed how hopeless
and forlorn they looked. Then one of the animals shouted out and challenged the hummingbird in a
mocking voice, "What do you think you are doing?" And the hummingbird, without wasting time or
losing a beat, looked back and said, "I am doing what I can."

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