martes, 4 de octubre de 2011

Amy y C




Sorry por el dibujo bastante drag de Amy, jajaja. Aparte que parece que tiene un 'jaundice' terrible. La foto de la cual lo dibujé estaba más dulce, pero whatever, ella era media extravagante (más bien completamente extravagante), aparte que mis dotes artísticos no dan para más. Aparte que eran pasteles de esos de tiza, que manchan demasiado, y aunque permiten difuminar mejor, me crean un reguero asqueroso. Prefiero los de aceite. Anyway, me estoy desviando del tema. Ayer vi a mi amiga C. Nos conocimos hace como un mes en la calle, y estuvimos hablando un buen rato. Se veía bien. Llevaba varios meses limpia, solo usando metadona. Sus piernas mostraban las cicatrices de las gigantescas úlceras que solía tener (y que ella misma se curó con paciencia). Detrás de una sonrisa dulce había un corazón arrastrando un bagaje inmenso, lleno de vivencias, de dolor, y de experiencia de vida. En el rato que la conocí, intercambiamos ideas sobre muchos temas. Tenía una sonrisa maravillosa, de esas que iluminan la calle entera. Nada más pensar en esa sonrisa me dibuja una sonrisa en mi rostro, de las primeras que me surgen luego de unos días pesados.

Entre las cosas que hablamos, le compartí mi preocupación sobre dónde ella pasa los tiempos de tormenta y de lluvia. Me contó que, contrario a algunas personas que conocemos en la calle, ella no tiene apoyo familiar, y tampoco un lugar donde guarecerse del mal tiempo. "Pero, ¿tú sabes qué es lo peor de estar en la calle?", me dijo. "Acho, cuando te llega la menstruación, misi. Yo me acuerdo la primera vez que me pasó estando yo en la calle. Me dio una vergüenzaaaa... No sabía qué hacer, se me manchó toda la ropa. Me metí a un baño público y la lavé en el lavamanos", me dijo con una risa amarga. "Ya no me importa tanto. La gente que me ve sabe que estoy en la calle." No sabía donde meterme. El corazón se me puso chiquitito escuchando la historia de mi amiga. ¿Cómo puedo llamarla amiga si mi realidad es tan distinta a la de ella? ¿Con qué cara le cuento mis pequeños problemas, como hacen las amigas, cuando ella día a día está en una lucha por sobrevivir?

Se nos había quedado la guagua. Luego de varios intentos, no logramos prenderla. C se ofreció a velarla 'overnight' porque no pudimos localizar una grúa, y ya era bien tarde. Ella nos dijo que el que se metiera con la guagua, se metía con ella, y prometió defender nuestro carro de las amenazas de la noche. Cuando fuimos a despedirnos, me dio un abrazo, y como le había dicho que estaba cansada, me dijo "Misi, cuando llegues a tu casa ahora, te das un bañito con agua caliente, te acuestas a dormir en tu cama y mañana amaneces nueva." ¿Qué le podía contestar? Sólo la abracé de vuelta, esperando que en ese abrazo ella percibiera mi deseo porque las cosas fueran distintas, y el mundo fuera un lugar donde las dos tengamos una ducha y una cama en donde descansar por las noches.

Me quedé pensando en ella desde ese día. No había ido a las últimas dos rondas, así que no sabía de ella. Me dijeron que la semana pasada preguntó por mí, así que ayer me lancé a la calle emocionada por verla, por hablar con ella. Cuando llegamos a la estación, rápido la identifiqué. Se veía distinta. Parece que en estas últimas semanas, ante la falta de apoyo y la lucha que lleva con la vida, ha recurrido a usar algo más que la metadona. No pudimos hablar, y no me atreví a acercarme, porque tenía no uno, sino dos cuchillos al lado. Es la única mujer deambulante en todo aquello, y ha tenido que aprender a defenderse a como dé lugar. Cuando nos íbamos a ir, por fin se levantó y me saludó. La abracé, le dije que la quiero mucho, le dejamos su comida y unos cuantos artículos de higiene y nos fuimos.

La adicción es una enfermedad con muchas caras, y C representa un sector muy olvidado (o tal vez descuidado) en Puerto Rico: las mujeres usuarias. Dicho por muchas personas con quienes he hablado, es mucho más difícil trabajar con ellas por diversas razones (principalmente las que tienen hijos), de modo que son demasiado pocas las opciones que tienen para rehabilitarse. Hace unos meses el mundo sufrió la pérdida de una gran cantante, Amy Winehouse, una muerte que muchos atribuyen a sus problemas con la adicción. Pero Amy es sólo una de miles y miles que diariamente tienen que enfrentar esta situación. Como C, muchas tienen que luchar no sólo contra la adicción, sino contra un sistema que las ha olvidado. Carecen de apoyo, de recursos económicos y de la salud o la fuerza física necesaria para poder lidiar con su problema.

Podríamos seguir hablando de política, de psicología, de neurociencia, y de veinte cosas más que influyen en esta problemática social, pero por esta noche, sólo quiero limitarme a contarles esta historia... Como escuché en estos días, muchas veces las historias hablan más, enseñan más que las estadísticas o los datos científicos. ¿Cómo es que se llamaba aquel judío que se pasaba contando historias? Jejejeje.. Las historias nos alientan, nos despiertan la musa, nos invitan a soñar. Yo sueño con una sociedad de más oportunidades para C, y para todas las mujeres sin hogar (y los hombres! y los niños! y las niñas!). De corazón, le pido a Dios que contagie a más personas con un deseo de soñar con algo diferente para el país y para el mundo. Después de todo, de eso se supone que se trate eso del Reino que enseñaba Jesús, ¿no? Un poco simplista mi 'statement', pero piénsenlo.. :)


P.D. Cada vez que pienso en Amy Winehouse, me acuerdo de este poema . ¡Léanlo!

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